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Amazon, o cómo sus clics se         convierten en asma

La proliferación de almacenes y centros logísticos en la zona conocida como Inland Empire, en California, ha sumido a las comunidades colindantes en un mar de polución y la ha convertido en la región más contaminada de los Estados Unidos.

Son las 7 de la mañana. Pongo rumbo al este desde Los Ángeles a través de la autopista 210 y según el GPS tardaré una hora en llegar a Rialto, California, en el corazón de la zona conocida como Inland Empire. A lo lejos, atisbo el “smog”, o niebla de contaminación tóxica, que se levanta espesa en la base de las montañas de San Bernardino hacia el cielo. Los rayos de un sol que aún se despereza luchan por penetrar esta nube insalubre con poco éxito; su luz se diluye uniforme detrás de la polución. 

 

El paisaje me entristece pero no me sorprende; La Asociación Americana de los Pulmones ha proclamado de nuevo Inland Empire, conformado por los condados de San Bernardino y Riverside, la zona con más polución de Estados Unidos. La proliferación de almacenes y centros logísticos en un área que dos décadas atrás era eminentemente rural ha transformado el paisaje rotundamente. Los dos condados albergan 95 km cuadrados de almacenes. A modo de referencia, la superficie de Barcelona es de 102. 

 

La calidad del vida de las comunidades colindantes, por ende, ha ido mermando a medida que estas instalaciones han ganado terreno. Desde 2012, se han construido al año centenares de miles de metros cuadrados de almacenes y centros logísticos, con el pico de superficie en 2019, con más de dos millones de metros cuadrados. 

 

 

El gigante de comercio online Amazon, con más de 30 instalaciones en Inland Empire, cuyas superficies suman más de 186 hectáreas, es el paradigma de un problema que no para de crecer; la multinacional está construyendo el almacén más grande del mundo en la ciudad de Ontario, en el condado de San Bernardino, que contará con cinco plantas y 38 hectáreas de superficie. 

 

 

 

 

La correlación entre el número de almacenes y la existencia de estos contaminantes queda patente en los siguientes gráficos, que muestran un patrón inequívoco entre la presencia o ausencia de estas instalaciones y la magnitud de contaminación ambiental. 

 

 

 

 

Estos gigantes de cemento no solo han despojado estas localidades de su identidad, sino que también las han bañado con la contaminación que el flujo de transporte de estas instalaciones conlleva; entre los dos condados se registran alrededor de un millón de trayectos de camión al día, lo que se traduce en la emisión de toneladas de partículas tóxicas que las comunidades vecinas respiran sin pausa. Entre ellas, las más dañinas son el ozono troposférico, la materia particulada conocida como  PM2.5  y las derivadas del diésel.

 

Según la Oficina de Evaluación de Peligros para la Salud Ambiental de California, o OEHHA por sus siglas en inglés, el ozono en concentraciones elevadas provoca irritación en los pulmones, asma,  enfermedades pulmonares y dolencias cardiovasculares. Las partículas PM2.5, aquellas que poseen un diámetro igual o inferior a 2.5 micrómetros, más o menos como el grosor del cabello humano, también causan estragos en las vías respiratorias y enfermedades crónicas como el asma. La media de estas partículas Estados Unidos se sitúa en el 5%; en Inland Empire, la cifra es más del doble, con un 11.6%. Las emisiones de combustible diesel, utilizado por la mayoría de camiones de transporte, también incluyen óxidos de nitrógeno y otros gases tóxicos.

 

 

En Rialto, en el condado de San Bernardino, he quedado con Ana González, vecina de la ciudad, directora ejecutiva del Centro para la Justicia Medioambiental y Acción Comunitaria y madre de dos hijos, uno de ellos, con asma. Ana creció en esta localidad cuando el paisaje lo conformaban arboles frutales y ranchos de animales. Ella misma nos cuenta la transformación del lugar, qué significa vivir entre en un mar de camiones y las consecuencias que conlleva.

 

 

A Ana y al pediatra de sus hijos no les cabe duda: el tráfico de los camiones y sus largas esperas con los motores al ralentí, aguardando su turno para cargar y descargar mercancías, son los causantes del asma que sufre su hijo Kevin (nombre ficticio). Ella misma narra entristecida cómo su hijo tuvo que abandonar su escuela para huir del acoso que sufría por culpa de los problemas de asma e inscribirse en una escuela en la que pudiera recibir atención personalizada. Ello, según su madre, le despojó de la oportunidad de vivir una adolescencia normal y le condujo a la depresión

 

Los gráficos que siguen corroboran que el caso de Ana y su hijo no se trata de una historia aislada; Los tres contaminantes más vinculados a la industria de los almacenes (ozono, PM2.5 y diésel), muestran una correlación innegable entre su presencia y los casos de asma, enfermedades cardiovasculares y bajo peso al nacer. 

 

 

Los números que proporciona el Departamento de Desarrollo de Empleo de California avalan la historia que Ana cuenta más adelante; el gráfico que muestra los sueldos de los trabajadores de este sector y el sueldo medio en los condados de San Bernardino y Riverside pone en evidencia que estos empleos condenan a un círculo de pobreza del que es muy difícil salir. Todos los sueldos de los trabajadores rasos de esta industria se sitúan significativamente por debajo del sueldo medio anual de los dos condados, que en 2021 era de 58.817 dólares, unos 56.000 euros. 

 

Además, la dependencia laboral de los trabajos que estas instalaciones proporcionan a la población local es lamentablemente significativa: en 2018 suponían el 23% del total de empleos, con más de 465.000 puestos. Las proyecciones para 2028 son todavía más sombrías: el porcentaje de los trabajos ligados a esta industria supuestamente crecerá hasta llegar al 26,2%. Además, estás cifras solo consideran los empleos estrictamente relacionados al movimiento de mercancías y no tienen en cuenta el personal administrativo, de limpieza, catering y demás, que estas instalaciones también poseen. Por ello, es muy probable que estos porcentajes estén significativamente por debajo de las cifras reales. 

 

Por si fuera poco, el patrón que muestra el gráfico de la correlación entre número de almacenes y pobreza es totalmente rotundo; a pesar de que el grado de pobreza oscila entre aquellas localidades con un gran número de almacenes, esta es casi inexistente en aquellas localizaciones donde no hay este tipo de instalaciones o donde solo hay un puñado.

 

Ana explica cómo estos trabajos mal pagados perjudican a la comunidad que supuestamente alimentan. Además, destaca algo que los datos no muestran: la automatización del trabajo

 

 

 

 

Desgraciadamente, no es un secreto que los almacenes y centros logísticos perjudiquen desproporcionadamente a comunidades de color, mayoritariamente latinas y afroamericanas, y que las comunidades blancas, que suelen ser más adineradas, albergan muy pocas o ninguna de estas instalaciones. Por ello, las comunidades locales, tal y como cuenta Ana, acusan a estas empresas de racismo en la selección  del territorio para la instalación de sus infraestructuras.

 

Los gráficos circulares de cuatro condados escogidos por la presencia o ausencia de almacenes lo confirman; San Bernardino y Riverside albergan una población desproporcionadamente hispana en comparación con condados donde apenas existen este tipo de instalaciones: Santa Bárbara y Orange. Ana lo ratifica con su testimonio.

 

 

 

 

 

 

 

No solo se ceban estas instalaciones con las comunidades de color, sino que estas son las que menos se benefician de los servicios que prestan. Según un estudio de lo organización sin ánimo de lucro Economic Roundtable, las localidades mayoritariamente blancas, ricas y alejadas de los almacenes son las que consumen más productos online, mientras que aquellas más pobres, de color y más cercanas a estas infraestructuras son las que menos compran por internet y, al mismo tiempo, las que más sufren la contaminación que esta industria genera. 

 

El gráfico que muestra la correlación entre la venta de productos por Amazon, el número de almacenes que albergan y el percentil de ozono no deja lugar a dudas. Para ejemplificarlo, se han selecionado doce localidades del sur de California en función de su tamaño significativo y los datos de consumo disponibles de la plataforma Amazon.

 

 

 

 

 

 

Gracias a la lucha de organizaciones como la de Ana y el empeño de la autoridad que controla la calidad del aire en el sur de California, el South Coast AQMD por sus siglas en inglés, en mayo de 2021 se aprobó la Norma de Fuente Indirecta, o ISR por sus siglas en inglés. Con ella, se pretende regular las emisiones que los almacenes y centros logísticos pueden generar, así como imponer tasas de mitigación. 

 

El objetivo de la norma se centra en que estas instalaciones adopten medidas para reducir drásticamente la polución que generan, principalmente la implementación de vehículos eléctricos. La norma afectará a los centros con una superficie superior a los 9.290 metros cuadrados y, a pesar de que las empresas ya están obligadas a proporcionar balances anuales de emisiones desde 2022, está previsto que la norma entre en vigor en 2024. Mientras tanto, el consumo online, exacerbado por la pandemia de coronavirus, sigue creciendo y los casos de asma como el del hijo de Ana y los de otras tantas enfermedades relacionadas con la polución continúan proliferando entre las comunidades pobres y de color. 

 

De regreso a casa, en la autopista, me cruzo con un camión de Amazon que seguramente va cargado de productos que se entregarán bien lejos de Rialto. En otro momento, me hubiera preguntado si sería este el vehículo que lleva el libro que me he comprado o los pañales ecológicos (¡ecológicos!) de mi hijo pequeño. Hoy, sin embargo, solo puedo pensar en el hijo de Ana.

 

 

 

 

 

Ana lleva huyendo en vano de la construcción de almacenes a su alrededor. A principios de la década pasada el desarrollo inmobiliario de la industria de los almacenes experimentó un boom que ha condenado a los vecinos de San Bernardino y Riverside a convivir con 4.299 instalaciones.

 

Según narra, las grandes empresas compran las casas de varios bloques contiguos para poder construir almacenes en los terrenos que estas ocupan. Aquellos que se niegan a vender atestiguan con horror cómo sus casas se convierten en islas entre mares de instalaciones logísticas. 

 

 

Inland Empire en cifras

Polución ambiental

Con los camiones, llegaron  los problemas de salud

Desplazamiento de la población local

Más pobreza y dependencia laboral

Las comunidades de color, las más afectadas

Los ricos compran, los pobres sufren

Un futuro incierto, pero no perdido

Por Alba Ferrer Figueras - Periodismo de datos. 

19/06/2022